Muestra del Vasco Besoytaorube

En el Fondo del mar   

El pintor y agitador cultural de Mar del Plata presenta una muestra en la Villa Gainza Paz al tiempo que crea un particular “Fondo” para el arte.

Por Fabián Lebenglik

Desde Mar del Plata

El artista marplatense Daniel Besoytaorube (1959) presenta en esta ciudad una muestra individual después de siete años desde su última exhibición de este tipo (en la galería porteña Sara García Uriburu). El Vasco, como todos lo conocen, no sólo es uno de los buenos artistas de los noventa y de los mejores pintores marplatenses sino que es un agitador de las artes plásticas locales.

La muestra se presenta en la Villa Gainza Paz, una de las bellas mansiones aristocráticas que sobreviven en la ciudad, emplazada en el barrio de Los Troncos, que forma parte del complejo hotelero Manantiales. Precisamente, las torres del hotel se yerguen monstruosas entre la mansión y la costa, clausurando por completo la vista al mar, en clara metáfora edilicia del ascenso de la clase media ante el statu quo de la aristocracia. Durante el verano los responsables del complejo turístico organizan tres exposiciones de tres buenos artistas locales, que pertenecen a tres generaciones, Daniel Joglar, Daniel Besoytaorube y Pablo Menicucci.

La muestra de El Vasco consiste en una instalación de pinturas, libros de artista y banda sonora, en relación directa y profunda con el mar, tema que por otra parte constituye de manera obsesiva el objeto de representación y evocación de su obra desde hace más de una década. En la primera de las tres salas se exhiben –ploteadas en la pared– tres poesías visuales del poeta concreto suizo Eugene Gomringer (1925) y su transcripción numérica –a tres pequeñas telas– con la altura de las mareas de los últimos días de enero. En la pared de enfrente el artista colgó una gran tela en la que sobre la imagen pintada de un mar/cielo se superponen varias tablas de marea.

En la segunda sala se oye el poema “Trilogía”, del mismo autor, recitado en una banda sonora que alterna esta lectura con la de las cifras de las mareas que Besoytaorube transcribe como si volcara una lengua en otra. A su vez, el sonido de sendos recitados, transcripto a un gráfico de ondas, es exhibido en dos cuadros.

En la tercera sala hay tres libros de mareas que al abrirlos descubren cajas de acrílico con agua de mar (arena y algas) tomada de las mareas de aquellos mismos días de fines de enero.

El primer contacto de El Vasco con la poesía concreta fue en 1988, en un seminario de poesía visual en San Pablo, ciudad con la que el artista tuvo una larga relación laboral durante seis años. Simultáneamente, allá se fogueó en las artes. Pudo asistir a los montajes de una serie de bienales, y presenciar festivales de música –en los que escuchó en vivo, por ejemplo, a John Cage– y de cine; más todo un despliegue de actividades y exposiciones –como una gran muestra de Duchamp–, que produjeron en conjunto el efecto de un intenso período de formación para un artista incipiente. Por entonces, mediados de los ochenta, dejó sus estudios de economía y decidió dedicarse a las artes plásticas. Se conectó con artistas brasileños, comenzó a producir arte por correo y trabó amistad, primero epistolar y luego personal, con el gran artista argentino Edgardo Vigo, que visitaba muy seguido Mar del Plata. El Vasco se inscribe en la Escuela de Bellas Artes marplatense pero dura un mes. En 1986 participa de la muestra temática La mirada inasible en el Museo Castagnino de Mar del Plata. Al año siguiente forma parte de una muestra en el Museo de Bellas Artes de Budapest. En 1988 se muda a San Pablo con su mujer (entonces bailarina clásica), pero sin trabajo estable la experiencia dura seis meses. Apenas vuelve obtiene una mención en el Salón Nacional marplatense. En 1991 participa de la muestra Seis pintores de Mar del Plata, en el Centro Recoleta de Buenos Aires y de la selección del Premio Fundación Nuevo Mundo, en el Museo Nacional de Bellas Artes. Ese mismo año resulta seleccionado para participar de la primera Beca Kuitca que organiza la Fundación Antorchas. En el ’92, junto con sus compañeros de beca integra la exhibición Pictórica, en el Centro Cultural Victoria Ocampo, de Mar del Plata, y además forma parte de la exposición temática sobre arte urbano argentino, en Nueva York. Al año siguiente, también con los demás becarios, muestra en el Museo de las Américas, de Washington, Pintura argentina de los ’90.

Por otra parte, el pico de su amistad con Vigo se produce cuando éste, invitado a la Bienal de San Pablo de 1994, les confió a él y al diseñador y fotógrafo Mario Gemin –antiguo amigo y colaborador de Vigo– el montaje de su espacio. Poco antes de su muerte, a fines de 1997, Vigo les dejó a ambos parte de su obra.

En 1996, en el marco de la Primera Bienal Nacional de Arte Joven de Mar del Plata, Besoytaorube presenta una exposición en el Museo Castagnino, junto con Tulio de Sagastizábal, Mauro Machado y Sergio Bazán. También en ese año gana el Gran Premio Adquisición de la Bienal Regional de Arte del Museo de Arte Contemporáneo de Bahía Blanca.

En la nueva muestra que presenta en estos días, Daniel Besoytaorube parte de la noción sinestésica de la poesía concreta – que buscaba a través de lo visual y espacial superar la estructura del verso– para meterse con el mar a través de la teoría (tablas y medidas) y de la materia (muestras tomadas del mar y exhibidas en forma cajas de acrílico con forma de libro). Tanto en los poemas de Eugene Gomringer (que nombran el viento, las estaciones, el mar, el sol) como en la propuesta de la instalación hay un sustrato precientífico en la matematización de la imagen y del texto que lleva a cabo el pintor, en el que la aritmética sirve para organizar la sintaxis y la geometría para organizar el espacio. La instalación, conceptual y poética, exhibe un lirismo contenido y un ascetismo cercano al zen. Pocas palabras, pocas imágenes, pocas texturas, pocos sonidos, pocas “muestras” de mar. Todo está dosificado pero no resulta insuficiente. El Vasco demuestra que la elocuencia a veces precisa de la simplicidad y la economía expresiva y de recursos, a través de las cuales los procesos racionales dan paso a otros, emocionales. (En Manantiales, Villa Gainza Paz, hasta el 18 de febrero.)