La noche es suficiente

El tiempo presente y el tiempo pasado están quizás presentes en el tiempo futuro, y el tiempo futuro contenido en el tiempo pasado. Si todo el tiempo está eternamente presente, todo el tiempo es irredimible.

S. Eliot, Los cuatro cuartetos

En La noche es suficiente, Daniel Besoytaorube presenta en el Museo MAR una exposición constituida por cuatro pinturas de gran formato, en una puesta minimalista que, por la dimensión de sus trabajos, establece un diálogo con las monumentales características del espacio expositivo.

Como espectadores, experimentamos un primer extrañamiento a partir de la escala, que nos empequeñece y nos incluye en una situación aparentemente sobrehumana.

Las cuatro pinturas operan en conjunto y nos introducen en el universo ficcional del artista. Un mundo regido por la potencia del lenguaje de la pintura –los planos de color, el dibujo, las texturas y la materia–, pero también cruzado por su universo intelectual y su particular cosmovisión.

Así como las pinturas de Jackson Pollock reflejan el movimiento y la acción que las crearon, las cuatro enormes obras de Besoytaorube dan cuenta del heterodoxo proceso de composición: pintadas en menos de dos meses a la intemperie durante el crudo invierno marplatense, incorporan todo tipo de contingencias y accidentes.

La decisión de no montar las telas en bastidores, de no “domesticarlas”, sino de colgarlas rústicamente como telas, con sus bordes irregulares, sus pliegues e imperfecciones, refuerza el carácter de “campo de batalla” en el que el artista las transformó a lo largo del proceso de creación.

Pero no debemos confundirnos. Esa rusticidad o salvajismo formal esconde una sutil trama de citas y referencias, más o menos visibles, plasmadas en diferentes registros.

En ocasiones, la historia del arte suele ser una cita secreta que refulge a la vista como un enigma indescifrable. Haciendo de ese tópico su clave de lectura, el artista construye sus obras como un palimpsesto en el que cada capa refiere aquellos momentos del arte que le resultan significativos.

Pero en sus operaciones, Besoytaorube activa siempre un leve desplazamiento que trastoca de modo radical aquellas citas, para volverlas metáforas sobre el presente.

Así, en El Repunte –una enorme pintura de 4 x 5 metros–, se conjugan y superponen diversos estratos visuales, tales como un diseño de Kate Spade (que se suicidó en el momento en que Daniel comenzaba a pintar esta serie) compuesto de barras de colores, o los pizarrones de Edgardo Vigo y Joseph Beuys. Pero sobre todo –y esto es una constante de La noche es suficiente– es la materialidad de la tela, una lona como las utilizadas en el buque pesquero desaparecido que da nombre a la pieza, en la que la intemperie ha dejado su impronta, donde lo concreto se emplaza como lo real repuesto en escena. Mar del Plata se vuelve, en la mirada de Besoytaorube, una zona crítica en que la naturaleza, el paisaje, el mar, colonizados por la ciudad y la economía, abundan en naufragios sociales y descalabros ambientales.

En la pintura Opus 131, Attacca, de las mismas dimensiones que la anterior, parte de la visión que un creador, T. S. Eliot, tuvo sobre la obra de otro creador, L. V. Beethoven, a la que ahora Daniel suma la suya como un tercer creador que observa y señala.

  1. S. Eliot vio en el “Cuarteto de cuerdas, op. 131”, de Beethoven (compuesto para ser ejecutado sin pausa, venciendo al tiempo, hasta arribar a un momento caótico, oceánico, en el que el sentido se esfuma), una ocasión para reflexionar sobre la paradoja de la finitud, sobre el mito del eterno retorno que repone el pasado de continuo, volviendo ilusoria la idea del futuro. Besoytaorube descompone ese cuarteto y lo vuelve trazo sobre la tela náutica, que se transforma en una cita descalabrada por la proximidad del mar, por su potencia y su temor.

¿Es posible pensar la muerte? ¿Puede el arte nombrar esa aporía?

En 1,70 m., un acrílico sobre tela de 5 x 8 metros (el título refiere a la pleamar del día en que el artista finalizó la pintura), las capas de color y los trazos cargados de densa materia visual conforman una ocasión para nombrar la tragedia y la dificultad de pensarla. Una decena de nombres de filósofos desaparecidos en forma absurda (Bacon, Barthes, Nietzsche, Wittgenstein, Camus) condensa esa paradoja, que, como nota al pie de los círculos concéntricos que se abisman en la tela, refuta la certidumbre sobre el destino.

La última obra que constituye la muestra es una tela de forma irregular, de 7 metros de altura. Esta tela se usaba como funda para guardar la vela mayor de una embarcación. En este caso, el artista prescinde de algunos de los recursos utilizados en sus otras obras, por ejemplo los textos y los números, y se concentra en un gesto geométrico y minimalista. Una de las claves de abordaje es el título: 4:48, un homenaje póstumo a Sarah Kane, una escritora británica que se quitó la vida a los 27 años tras haber escrito 4:48 Psicosis, pieza teatral que alude a la hora en la que más muertes voluntarias se producen en el Reino Unido. Desde el título de esta “obra muda”, de la que ha sustraído toda textualidad, Daniel Besoytaorube apela a la inanidad que sucede a ese mensaje sin destinatario que es el suicidio. Donde cesa la palabra, se hunde la imagen. Y con ella, la vida.

 

Andrés Duprat
Buenos Aires, septiembre de 2018